"Fitna", o el respeto





En un país cuyo presidente afirma sin rubor que “no tienen homosexuales” mientras los ejecuta bajo la acusación de sodomía, o en el que se lapida a mujeres (y hombres) por adulterio, o en el que celebra anualmente un concurso internacional para burlarse del Holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial en el cual murieron unos 6 millones de personas, se escandalizan ante las críticas a su religión y exigen respeto. Yo, que si viviera en la República Islámica de Irán podría ser ejecutado por ser homosexual, ¿debo sentir respeto por la religión que inspira esas ejecuciones (sería más exacto decir “que ordena esas ejecuciones”)? ¿Qué es el respeto? ¿Respeto a quién o a qué?

Cuando escucho declaraciones de altos responsables (incluyendo algunas del más alto responsable) de otra religión llamándome enfermo con diferentes palabras, ¿debo respetar su opinión? Pues según yo, eso depende. Depende de si por la palabra “respeto” estamos entendiendo “aceptación” en mayor o menor grado, o de si consideramos que queremos decir que lo expresado es algo “aceptable” en su contenido. Si eso es respeto, entonces debo decir que no, no respeto lo que se ha dicho. Si con la palabra “respeto” quiere decirse que respeto el derecho de la persona que hizo uso de su libertad de expresión para emitir una opinión (por muy alejada que esté de la mía) entonces debo responder que sí, que respeto el derecho de esas personas a expresar sus propias opiniones, incluso si las considero insultantes para mi. Siempre y cuando se me permita a mi la misma franqueza con respecto a sus puntos de vista. Y tal vez es aquí donde realmente comienza el problema del que quiero hablar.

Se me dirá, tal vez, que no puede haber reciprocidad. Las opiniones acerca de la homosexualidad abordan un tema que no es “sagrado”, sino polémico y discutible. Por el contrario, una crítica mía a los líderes religiosos que pronuncian descalificaciones ofensivas (cuando no insultantes o mentirosas) o a sus creencias, invadiría, a los ojos de muchos fieles (tal vez de la mayoría) el campo de sus creencias sagradas. Parecen creer que el contenido de lo que es sagrado o no y de su diferente tratamiento lo deciden ellos en exclusiva, como si se tratara de un juego que hay que jugar con las reglas que establezcan según su buen parecer. Y que, además, “lo sagrado” proporciona especiales prerrogativas, tanto sociales como legales, y faculta a emitir opiniones que otros pueden considerar insultantes, pero no a la inversa. Lo suyo es un búnker desde el que se puede disparar, pero al que hay que respetar. Mis opiniones no son de tipo religioso, por lo tanto no son “sagradas”. Si me ofendo, es cosa mía. Porque, por lo visto, ellos nunca ofenden, sólo “dan testimonio”, que es una forma muy bonita de calificar sus pronunciamientos. No únicamente pueden decir lo que dicen, sino que consideran que “deben decirlo”. Si me molesto, peor para mí. Pero al revés las cosas no funcionan igual. Yo no “doy testimonio” ni “traigo la esperanza”, ni comunico la buena nueva de la “Revelación”. Si opino con franqueza acerca de la religión de los demás, de sus líderes, de sus mensajes, de su historia, de su presente, de sus valores, de aquello que fomentan, de las consecuencias que causan, etc., seré considerado sin mayor problema un provocador irrespetuoso o un blasfemo. Y para ambos casos las grandes religiones suelen tener preparadas soluciones adecuadas (lo cual, por sí mismo, ya dice mucho de ellas). Viviendo en un país europeo, la legislación vigente no permite que se me aplique la pena capital como en los viejos tiempos, de la misma manera que ya no pueden llevarme a la hoguera por ser homosexual. Por el contrario, si viviera en alguno de los países que disfrutan de la dudosísima suerte de regirse por legislaciones que todavía mantienen vivas prácticas añejas dictadas por la religión, sin duda ése sería el destino que me aguardara. Ése sería mi destino en el Irán gobernado por el señor Ahmadineyad “el respetuoso”. O en Arabia Saudí, o en Pakistán, o en Yemen, o en Sudán...

Que se diga que el Islam es una religión que incluye considerables dosis de violencia no debería de ofender a nadie ya que es algo que se puede corroborar con una simple lectura del Corán (no en vano Alá el Monstruo es un derivado de Yahvé el Tirano-Con-Superpoderes). Sobre su historia pasada no hace falta ni hablar. De su presente, desgraciadamente tampoco. Lo cual no quiere decir que esté afirmando que todos los musulmanes son violentos o que toda violencia causada por un musulmán tiene su base en sus creencias religiosas. Comprendo que les pueda ofender una afirmación así. Lo que por el contrario no comprendo tan bien es que les moleste la afirmación del vínculo entre Islam y violencia, y no la realidad que la sustenta; que les moleste que se diga que hay grupos terroristas que matan invocando el Corán y no tanto la matanza y la invocación en sí mismas. Que les moleste que un vídeo recopile imágenes violentas que tienen su origen en el terrorismo de grupos como Al Qaeda y que las mezcle con versículos del Corán, y no tanto la propia violencia de Al Qaeda y su propio uso de los versículos del Corán. Si alguien ve como se usa su religión como una espada no debería sorprenderse cuando otra persona afirma que está manchada de sangre. Si te molesta todo esto, pon todo tu empeño en evitarlo, y no en intentar silenciar a los demás cuando lo cuentan. Especialmente si los demás disfrutan de una libertad que fue posible porque un día algunos se ganaron el derecho a criticar a su propia religión en vez de vivir sometidos a clérigos histéricos con cierta propensión a abrasar vivo en hogueras a cualquiera que negara sus dogmas. Como se ganaron también el derecho de publicar sus propias opiniones (y de paso, los pensamientos científicos) que negaban verdades consideradas por ese culto religioso como esenciales y reveladas por la divinidad. Otros países, los mismos que me aplicarían la pena de muerte por blasfemo, no han seguido el mismo camino. A la vista está, y sus resultados también. Felicidades. Lejos de poderse permitir exigir que otros rectifiquen, son ellos los que antes o después habrán de replantearse su propio fracaso.

Para algunos su religión es su libertad, pero para mí mi libertad es mi religión, y no estoy dispuesto a perder ni una mínima cantidad de ella. Si no quieres ver un vídeo que te ofende, no lo veas. Si no quieres leer las críticas o los comentarios peyorativos de otros, no los leas. O mejor aún, haz uso tú mismo de esa misma libertad y expón tu punto de vista. Si los demás se equivocan, di porqué. Pero no creas que puedes arreglar las cosas consiguiendo silencio. El verdadero respeto que hay que conseguir es el de la eliminación de la violencia y del miedo para poder hablar de todo sin calumniar. No tan sólo de la religión sino del mismo Dios si hace falta, y no necesariamente bien. Ese es el único respeto que entiendo: el respeto a la libertad, a la verdad y sobre todo a la vida.

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