No te engañará, Ítaca


Una de las cosas que más me molestan del actual proceso independentista en Cataluña, en la que yo he nacido y vivido hasta el día de hoy, es la apropiación que el secesionismo ha hecho de Ítaca como símbolo de una futura e ideal Cataluña independiente. Cuando me refiero a Ítaca, me refiero fundamentalmente al poema de tal nombre del poeta greco-egipcio Constantino Kavafis. Siempre ha sido uno de mis poemas favoritos. De hecho, cuando empecé a escribir en este blog, en el año 2005, fue una de las primeras cosas que quise incorporar, aunque no significara nada. Siempre ha rondado mi cabeza, en especial la frase “Que numerosas sean las mañanas de verano ...”. Y también “No te engañará Ítaca, no”. 

Ahora, cierto cantante estrella del independentismo la ha popularizado como metáfora de la independencia a la que hemos de llegar, cueste lo que cueste, para ser “libres” (porque, por lo visto, ahora no lo somos). La confusión es tal que muchos creen que Ítaca es un poema del propio cantante, y no de Kavafis, al que tal vez ni conocen. Sería de desear que el tal cantante compusiera sus propios poemas en vez de apoderarse sin más del talento que él no tiene. Cuesta de imaginar que un escritor que formaba parte de la minoría griega que habitaba la Alejandría egipcia de entonces (en una situación que me recuerda mi propia posición de ciudadano que se siente español (y catalán) en un territorio cada vez más sofocantemente nacionalista), y que además debía ocultar otras facetas de su identidad, como su homosexualidad (como yo mismo), compartiera las ansías identitarias imperiosas y egoístas de quien le utiliza sin vergüenza ninguna. Debe ser que, además, los que han hecho de Ítaca un símbolo del independentismo no han prestado gran atención a lo que el poeta dice: Ítaca no vale nada, no hay nada esperando allí. Sólo tiene valor el viaje, la mente abierta, el conocimiento de los demás, las experiencias ricas que la vida nos puede dar. Nada espera en Ítaca: todo nos espera en aquellos diferentes a nosotros que encontraremos mientras vivimos nuestras (esperemos) numerosas mañanas de verano.

Hoy es domingo 22 de octubre de 2017. Parece ser que dentro de unos pocos días, algunos escenificarán la proclamación de la independencia de Cataluña desde el edificio del Parlament. El gobierno de España ha prometido intervenir, pero yo no me hago ilusiones acerca de su intervención.

Es difícil expresar lo que se siente. Si tuviera que describirlo de alguna manera, diría que es una mezcla de miedo, tristeza profunda y sentimientos de indefensión. Es mi vida entera la que va a saltar hecha trozos en apenas unos días. Yo soy funcionario de la Generalitat. Hace muchos años que trabajo en esto. Soy consciente de que algún día, tal vez no tan lejano, me voy a ver obligado a escoger entre mi nacionalidad y mi puesto de trabajo. Me planteo realmente marcharme a vivir a otro lugar, aunque mis padres están enterrados aquí, en Barcelona. No sé qué pasará, no sé cómo acabará. Pero, al igual que pasó cuando murió mi madre, ya sólo me alivia hablar solo en este rincón perdido que es mi blog. Ojalá no me tenga que decir cosas terribles.

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