Espejos digitales

“Una gota de agua (¿una lágrima?) cae sobre el teclado de un ordenador. Poco después cae otra. Se la ve caer a cámara lenta y deshacerse en pequeños proyectiles brillantes como diamantes que se estrellan contra las letras del abecedario del teclado. Luego, unas manos trémulas hacen su aparición y los dedos comienzan a escribir. La cámara enfoca entonces hacia la pantalla del ordenador, y ante nuestros ojos se va escribiendo un texto: “Mi madre falleció hace 11 días...” Una música empieza a sonar y vemos el cursor del ratón posarse sobre la tecla “Publicar”. Clic y el texto aparece en Blogger. “PRODUCCIONES LA TRISTEZA, SA... presenta...”, dicen los títulos de la película mientras unas manos continúan escribiendo al fondo, ... “ESPEJOS DIGITALES”... Clic y otro texto aparece en Blogger.” 



Con esta cita (de sí mismo) comienza “Espejos digitales”, de Jorge Delara (por cierto, ¿por qué ahora firma como Delara cuando antes lo hacía como De Lara?) y, según se puede ver en el trailer de la película, así comienza (visualmente) “Espejos digitales”, la adaptación al cine de la obra de Delara. De esta forma se cierra el círculo y se (auto)cumple la historia que imaginó Delara en su libro, una historia que narra la historia de un libro (titulado “Espejos digitales”) en el que se describe como se escribe un libro que es llevado al cine en una película (titulada “Espejos digitales”) que muestra como un autor escribe un libro en el que se narra la escritura de un libro que es llevado al cine, etc. Y así se crea un bucle que nos puede atrapar hasta el fin de los tiempos, si no cerramos el libro o dejamos de ver la película.



El autocumplimiento de los argumentos y su reflejo recíproco e infinito (que justifican el título de “Espejos digitales”) no es el único juego de este género que se puede encontrar en la obra y en la película, y en la presencia inacabable de la una en la otra. Por el contrario, en ambas se ha enfatizado este concepto de varias maneras, en unas ocasiones con acierto (especialmente en el libro) y en otras ocasiones con no tanto acierto. Un ejemplo que se puede encontrar en la película (y que no aparece en la obra) es la secuencia en la que “Rosa María Diana” (papel interpretado por una actriz sospechosamente parecida a Ana Rosa Quintana) presenta en directo su programa matinal de actualidad (en el cual trabaja como ayudante de dirección el director que desea llevar al cine un libro llamado “Espejos digitales”). El plano que podemos ver muestra a la presentadora hablando en directo ante las cámaras en el estudio, sentada junto a un televisor sintonizado con el canal para el que ella trabaja y en el que, por tanto, se la ve a ella en directo presentando el programa y sentada junto al televisor en el que se la ve a ella en directo presentando el programa (aunque más pequeña, lógicamente), en la que se la ve a ella presentando el programa sentada junto al televisor en el que se la ve a ella (presentando el programa) y formando así un bucle infinito, como si se tratara de una sucesión de fracciones continuas sin fin. En la pantalla la última aparición de la presentadora en directo en su televisión debería ser un simple píxel, pero uno piensa que sólo un problema tecnológico temporal la detiene allí, pues es como si la secuencia, continuando el bucle como un fractal universal, atravesara un falso telón y siguiera y siguiera hasta el infinito pero ya dentro de escalas cuánticas. Un tonto juego de espejos más, pero que nos invita a fijarnos atentamente en aquello que leemos (o vemos) y en la reversibilidad de todo, para no olvidar que el libro es también la historia de un director de cine que desea contar en una película (titulada “Espejos digitales”) la historia de una película acerca de un libro que es llevado al cine, y que la historia de ese libro escogido (titulado “Espejos digitales”) es la historia de un libro (o de una película) que es llevado al cine (o descrita en un libro) en una película acerca de un libro que es llevado al cine por un director, de acuerdo con lo ideado por un escritor. ¿O fue al revés? Ya no lo sé, pero tómense una aspirina y después vayan a su librería más cercana y busquen, compren y lean “Espejos digitales”. Así leerán, pero escrito por De Lara (o Delara), esto mismo que yo les estoy contando.

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