Mayúsculas y minúsculas
¿Qué has hecho con mi madre? Dime, ¿qué has hecho?
Es posible que pienses que soy un loco al hacerte recriminaciones. Yo, la vasija entre las vasijas de barro. Puedes hacerme callar, si así lo deseas, pero yo no puedo evitar pensar así. Puede que lo que escriba te moleste, pero estos son mis pensamientos, mi blasfemia inevitable. Me puedes destruir pero lo pienso. Estoy seguro de que no te sorprendes porque, lo escriba o no, Tú ya lo sabes, y sabes también que desciendo de aquellos que osaron comer el fruto del Árbol del Bien y del Mal. De aquella Caída, estos lodos. Es así.
¿Debería sentir miedo? ¿O vergüenza? Esto es lo que siento, y lo escribo. Para poder ponerlo un poco más visiblemente ante tus ojos. Por si no eres bien capaz de leer en mi oscuridad. Tan invisible eres Tú, y tan invisible soy yo.
La vi con convulsiones. Tú lo sabes. Me hiciste oír sus últimas respiraciones agitadas. Le practiqué el boca a boca durante más de 20 minutos, luchando por quitártela aunque sabía que ya me la habías arrebatado. No sirvió de nada. Se la llevaron de nuestra casa envuelta en una bolsa de plástico negro, atada a una camilla. En tu designio no cabe la piedad. ¿O tal vez sí? Siempre podría haber sido peor, ¿no? Es cierto que ya me hiciste el regalo de su vida una vez, trece años antes. Sí, yo sí que lo recuerdo. Un regalo que duró trece años de amor y dolor. Me diste a mi madre por primera vez cuando nací, y después accediste a mis súplicas y me regalaste su compañía durante trece años más. Tal vez soy injusto. Tal vez mi ira no me permite ver con claridad. Porque siento ira. Deberías percibirla, a pesar de mi insignificancia.
A ellos les gusta llamarte el Creador, con mayúscula inicial. Pero Tú sabes que yo sé que si eres el Creador también eres el Verdugo, con su mayúscula inicial. Tu matas o permites la muerte. El tiro en la nuca de todos y cada uno de nosotros es cosa tuya. Pero debo estar tranquilo, porque Tú tienes un Plan, también con mayúscula inicial. El Plan, el Gran Plan. Tus Designios son inescrutables, pero yo tranquilo, que hay un Plan. Todo está bajo control. Yo lloraba en el tanatorio, pero debería haberme esforzado en recordar que, afortunadamente, Tú lo tienes todo previsto gracias a Tu-Magnífico-Plan. Siempre y cuando seamos buenos, ¿no?
¿Soy yo bueno ahora? ¿O estoy siendo demasiado travieso y juguetón para tu Santa Paciencia (siempre con mayúscula inicial)? ¿Convulsionaré yo? ¿Ahora o más tarde? ¿Debo sentir miedo de lo que escribo o pienso, aunque lo piense irremediablemente? No veo porque habría de ser así. Nada de lo que piense, sienta, diga, escriba o haga puede afectarte en lo más mínimo. Eres la envidia de todos los tiranos que ha habido, hay y habrá. Es por eso que muchos de ellos suelen tomarte como modelo e invocan tu Santo Nombre o apelan a un último juicio ante Ti. Eres el gran Tirano, el Déspota Final contra el que no valen democracias, ni derechos, ni huelgas ni rebeliones. O te tomamos o al Abismo. No hay más. Querrías ser amado aunque sabes ser odioso.
Resulta curioso como hablan ellos de los ángeles que se rebelaron contra Ti, encabezados por Luzbel. Sufren su castigo en el Infierno, a donde al parecer también van a parar los impertinentes temerarios como yo, para sufrir eterno tormento en medio de las llamas creadas por Ti (alabado sea tu Santo Nombre), capaces de hacer que las hogueras de tus inquisidores parezcan los reflejos del sol en un estanque turbio. Tú sí que sabes elevar la tortura a una nueva dimensión. En tus Manos se convierte en un arte divino. Una auténtica obra maestra de la tortura, eso es el Infierno. Tú nada has de temer de Amnistía Internacional ni de nadie más. No hay una Amnistía Celestial enfrentándose a Ti. Un parpadeo tuyo y todos se precipitan al Averno, ese gran vertedero de los curas, como lo llamó alguien. Tú eres el Gran Torturador como eres el Gran Verdugo. Todo con mayúscula inicial, como corresponde a Tu Grandeza Divina. ¿Qué otra cosa son los demonios más que tus servidores? Ellos son los que ejecutan tu venganza y aplican tus sentencias, los esbirros de tu Justicia. Torturadores a tu servicio, eso son ellos. Los sicarios que sirven a tu lado oscuro, ese que casi nadie quiere ver aunque nadie ignora que es tan parte de Ti como todo lo demás. ¿Cómo podría ser de otro modo?
Sé que soy pequeño y efímero, pero esto es lo que pienso. Y aún esto no es bastante. Vayamos por fin a la verdad, a lo que Tú sabes y yo también. Es posible que pienses que yo pienso que Tú te dices a Ti mismo: ¿quién es éste para reprocharme nada? ¿cómo me pregunta que qué he hecho con su madre? Yo la soñé, yo la creé, yo se la di como madre. Ella era ante todo una más de mis innumerables criaturas y yo fui su Creador. Él no es más que el hijo, y aun eso porque también he condescendido en soñarle Yo.
Allí donde Tú estás eso puede ser la Verdad. Pero aquí, donde yo estoy, Tú eres cuando menos dudoso. Ella era una de tus criaturas. Si Tú existes, esto es cierto ¿Quién soy yo para decirte nada? Te pertenecía, piensas. Pero no, se pertenecía a ella y en todo caso a mi más que a Ti. Aquí (Tú lo sabes aunque parece ser que no lo aceptas) las cosas son diferentes, y como yo estoy aquí debemos hablar con el lenguaje de aquí. Tanto si te gusta como si no, a pesar de todos los infiernos, aquí Tú has sido siempre para ella y para mí el creador con minúscula. Y yo he sido (sé que tienes la certeza) el Hijo con mayúscula. Esta es mi auténtica blasfemia inevitable. Si estoy sufriendo por ello, ¿por qué no decirlo alto y claro? No te enfades, es tan sólo una insignificante cuestión de mayúsculas y minúsculas. Solamente se ven cuando se escriben sobre un trozo de papel.
Y esto es todo lo que quería (tenía) que decirte el Hijo que recuerda a su Madre. Recuerda: te lo digo Yo.
Es posible que pienses que soy un loco al hacerte recriminaciones. Yo, la vasija entre las vasijas de barro. Puedes hacerme callar, si así lo deseas, pero yo no puedo evitar pensar así. Puede que lo que escriba te moleste, pero estos son mis pensamientos, mi blasfemia inevitable. Me puedes destruir pero lo pienso. Estoy seguro de que no te sorprendes porque, lo escriba o no, Tú ya lo sabes, y sabes también que desciendo de aquellos que osaron comer el fruto del Árbol del Bien y del Mal. De aquella Caída, estos lodos. Es así.
¿Debería sentir miedo? ¿O vergüenza? Esto es lo que siento, y lo escribo. Para poder ponerlo un poco más visiblemente ante tus ojos. Por si no eres bien capaz de leer en mi oscuridad. Tan invisible eres Tú, y tan invisible soy yo.
La vi con convulsiones. Tú lo sabes. Me hiciste oír sus últimas respiraciones agitadas. Le practiqué el boca a boca durante más de 20 minutos, luchando por quitártela aunque sabía que ya me la habías arrebatado. No sirvió de nada. Se la llevaron de nuestra casa envuelta en una bolsa de plástico negro, atada a una camilla. En tu designio no cabe la piedad. ¿O tal vez sí? Siempre podría haber sido peor, ¿no? Es cierto que ya me hiciste el regalo de su vida una vez, trece años antes. Sí, yo sí que lo recuerdo. Un regalo que duró trece años de amor y dolor. Me diste a mi madre por primera vez cuando nací, y después accediste a mis súplicas y me regalaste su compañía durante trece años más. Tal vez soy injusto. Tal vez mi ira no me permite ver con claridad. Porque siento ira. Deberías percibirla, a pesar de mi insignificancia.
A ellos les gusta llamarte el Creador, con mayúscula inicial. Pero Tú sabes que yo sé que si eres el Creador también eres el Verdugo, con su mayúscula inicial. Tu matas o permites la muerte. El tiro en la nuca de todos y cada uno de nosotros es cosa tuya. Pero debo estar tranquilo, porque Tú tienes un Plan, también con mayúscula inicial. El Plan, el Gran Plan. Tus Designios son inescrutables, pero yo tranquilo, que hay un Plan. Todo está bajo control. Yo lloraba en el tanatorio, pero debería haberme esforzado en recordar que, afortunadamente, Tú lo tienes todo previsto gracias a Tu-Magnífico-Plan. Siempre y cuando seamos buenos, ¿no?
¿Soy yo bueno ahora? ¿O estoy siendo demasiado travieso y juguetón para tu Santa Paciencia (siempre con mayúscula inicial)? ¿Convulsionaré yo? ¿Ahora o más tarde? ¿Debo sentir miedo de lo que escribo o pienso, aunque lo piense irremediablemente? No veo porque habría de ser así. Nada de lo que piense, sienta, diga, escriba o haga puede afectarte en lo más mínimo. Eres la envidia de todos los tiranos que ha habido, hay y habrá. Es por eso que muchos de ellos suelen tomarte como modelo e invocan tu Santo Nombre o apelan a un último juicio ante Ti. Eres el gran Tirano, el Déspota Final contra el que no valen democracias, ni derechos, ni huelgas ni rebeliones. O te tomamos o al Abismo. No hay más. Querrías ser amado aunque sabes ser odioso.
Resulta curioso como hablan ellos de los ángeles que se rebelaron contra Ti, encabezados por Luzbel. Sufren su castigo en el Infierno, a donde al parecer también van a parar los impertinentes temerarios como yo, para sufrir eterno tormento en medio de las llamas creadas por Ti (alabado sea tu Santo Nombre), capaces de hacer que las hogueras de tus inquisidores parezcan los reflejos del sol en un estanque turbio. Tú sí que sabes elevar la tortura a una nueva dimensión. En tus Manos se convierte en un arte divino. Una auténtica obra maestra de la tortura, eso es el Infierno. Tú nada has de temer de Amnistía Internacional ni de nadie más. No hay una Amnistía Celestial enfrentándose a Ti. Un parpadeo tuyo y todos se precipitan al Averno, ese gran vertedero de los curas, como lo llamó alguien. Tú eres el Gran Torturador como eres el Gran Verdugo. Todo con mayúscula inicial, como corresponde a Tu Grandeza Divina. ¿Qué otra cosa son los demonios más que tus servidores? Ellos son los que ejecutan tu venganza y aplican tus sentencias, los esbirros de tu Justicia. Torturadores a tu servicio, eso son ellos. Los sicarios que sirven a tu lado oscuro, ese que casi nadie quiere ver aunque nadie ignora que es tan parte de Ti como todo lo demás. ¿Cómo podría ser de otro modo?
Sé que soy pequeño y efímero, pero esto es lo que pienso. Y aún esto no es bastante. Vayamos por fin a la verdad, a lo que Tú sabes y yo también. Es posible que pienses que yo pienso que Tú te dices a Ti mismo: ¿quién es éste para reprocharme nada? ¿cómo me pregunta que qué he hecho con su madre? Yo la soñé, yo la creé, yo se la di como madre. Ella era ante todo una más de mis innumerables criaturas y yo fui su Creador. Él no es más que el hijo, y aun eso porque también he condescendido en soñarle Yo.
Allí donde Tú estás eso puede ser la Verdad. Pero aquí, donde yo estoy, Tú eres cuando menos dudoso. Ella era una de tus criaturas. Si Tú existes, esto es cierto ¿Quién soy yo para decirte nada? Te pertenecía, piensas. Pero no, se pertenecía a ella y en todo caso a mi más que a Ti. Aquí (Tú lo sabes aunque parece ser que no lo aceptas) las cosas son diferentes, y como yo estoy aquí debemos hablar con el lenguaje de aquí. Tanto si te gusta como si no, a pesar de todos los infiernos, aquí Tú has sido siempre para ella y para mí el creador con minúscula. Y yo he sido (sé que tienes la certeza) el Hijo con mayúscula. Esta es mi auténtica blasfemia inevitable. Si estoy sufriendo por ello, ¿por qué no decirlo alto y claro? No te enfades, es tan sólo una insignificante cuestión de mayúsculas y minúsculas. Solamente se ven cuando se escriben sobre un trozo de papel.
Y esto es todo lo que quería (tenía) que decirte el Hijo que recuerda a su Madre. Recuerda: te lo digo Yo.