Siempre en El Corte Inglés
Desde que tú no estás conmigo, mamá, me dedico de un modo especial a cuidar los viejos libros, aquellos que han estado con nosotros en casa desde hace muchos años, desde que yo era un niño. Ahora estoy forrando la primera parte de las Novelas Ejemplares, y después haré lo mismo con mi viejo volumen de La Vida es Sueño, y después con Campos de Castilla. No hace mucho que lo hice con el libro de biografías que estuvo durante años en la cabecera de tu cama y que me convirtió a mí en arqueólogo de habitación, y también con El Manuscrito Carmesí, y con Alfanhuí, y con Las inquietudes de Shanti Andía, aquella obra con la que descubrí que amaba la lectura.
Recuerdo haber leído el libro de Baroja, sorprendido e impaciente por conocer el final, cuando tenía 11 o 12 años, extrañamente sentado junto a la ventana de la galería. No recuerdo que hacías tú mientras yo leía. Supongo que estabas en la cocina, o viendo la televisión. O hablando con la nena. Tal vez hubo ratos en los que leí a solas, mientras tú estabas en El Corte Inglés con papá, comprando alguna cosa para celebrar las Navidades, como las que llegarán la semana que viene, sin ti.
No sé cómo será el futuro, ni lo que traerá o se llevará, aunque algo intuyo. Pero a veces pienso en el mío y me imagino a mi mismo sentado en silencio junto a la ventana, releyendo sin prisa Las inquietudes de Shanti Andía, sabiendo que estoy solo en nuestra casa desierta. Me adivino consumido por la tristeza y la nostalgia. Me adivino pensando en ti. Querré soñar que estás en El Corte Inglés, con papá, y que hemos quedado allí a las seis. Tiene que ser a las seis. A las cinco de la tarde de algunos periodos del año el sol entra en el ángulo adecuado justamente por esta ventana y atraviesa nuestra casa de parte a parte. Siempre me pareció extraño ver el largo pasillo iluminado por la luz del sol y no por la de una bombilla. Es el mismo pasillo de siempre, pero por unos minutos parece tan distinto... Una puerta se abre a otra dimensión durante unos instantes. Cuando era niño soñaba, mirando al suelo y a sus manchas de luz solar, que aquel lugar transfigurado era como el Paraíso: un sitio especial lleno de una luz especial. Creo que fue allí donde pensé por primera vez que yo moriría a las cinco de la tarde.
No me esperes en el Cielo, como dice la canción que tanto te gustaba. Espérame, mamá, a las seis en El Corte Inglés. A esa hora de algún día yo me reuniré con vosotros, compraremos juntos algo que te guste y que te haga ilusión, y después volveremos juntos a nuestro hogar.
Recuerdo haber leído el libro de Baroja, sorprendido e impaciente por conocer el final, cuando tenía 11 o 12 años, extrañamente sentado junto a la ventana de la galería. No recuerdo que hacías tú mientras yo leía. Supongo que estabas en la cocina, o viendo la televisión. O hablando con la nena. Tal vez hubo ratos en los que leí a solas, mientras tú estabas en El Corte Inglés con papá, comprando alguna cosa para celebrar las Navidades, como las que llegarán la semana que viene, sin ti.
No sé cómo será el futuro, ni lo que traerá o se llevará, aunque algo intuyo. Pero a veces pienso en el mío y me imagino a mi mismo sentado en silencio junto a la ventana, releyendo sin prisa Las inquietudes de Shanti Andía, sabiendo que estoy solo en nuestra casa desierta. Me adivino consumido por la tristeza y la nostalgia. Me adivino pensando en ti. Querré soñar que estás en El Corte Inglés, con papá, y que hemos quedado allí a las seis. Tiene que ser a las seis. A las cinco de la tarde de algunos periodos del año el sol entra en el ángulo adecuado justamente por esta ventana y atraviesa nuestra casa de parte a parte. Siempre me pareció extraño ver el largo pasillo iluminado por la luz del sol y no por la de una bombilla. Es el mismo pasillo de siempre, pero por unos minutos parece tan distinto... Una puerta se abre a otra dimensión durante unos instantes. Cuando era niño soñaba, mirando al suelo y a sus manchas de luz solar, que aquel lugar transfigurado era como el Paraíso: un sitio especial lleno de una luz especial. Creo que fue allí donde pensé por primera vez que yo moriría a las cinco de la tarde.
No me esperes en el Cielo, como dice la canción que tanto te gustaba. Espérame, mamá, a las seis en El Corte Inglés. A esa hora de algún día yo me reuniré con vosotros, compraremos juntos algo que te guste y que te haga ilusión, y después volveremos juntos a nuestro hogar.