De vuelta de Viena

Me ha gustado Austrian Airlines. Nunca había visto hasta ahora en ningún avión que se informara por medio de una pantalla de su posición en el cielo, de los nombres de las poblaciones que sobrevuela, del tiempo que falta para llegar y del tiempo transcurrido desde el despegue, así como de la temperatura en el lugar de destino, entre otros datos. El desayuno es de pago, como ya es usual en la mayoría de las compañías aéreas, pero luego ofrecen té, agua o café gratis a todo el pasaje, así como una chocolatina al final. ¡Qué fácil es quedar bien y cuidar la imagen! Hablando de imagen, los aviones, tapizados en verde y con los protectores de los reposacabezas en blanco, amarillo y rojo, ofrecían también una de las impresiones más cuidadas estéticamente de las compañías con las que he viajado. Otras, como Iberia, con su superior sabiduría, conducen todos sus asuntos de otra manera, y así les va.

El aeropuerto es bonito, moderno y muy bien organizado. Después del complot abortado la semana pasada en Gran Bretaña para volar 10 aviones en pleno vuelo las medidas de seguridad seguro que eran mayores, pero a primera vista no lo parecían. De todos modos, fui cacheado al pasar por el control de seguridad, que en este aeropuerto, a diferencia del de Barcelona, se lleva a cabo en cada puerta de embarque, justo antes de subir al avión. De este modo, se evita mejor la introducción en las naves de cualquier tipo de objeto prohibido, que en otros aeropuertos podría obtenerse en la zona de tiendas, después de pasar los controles de seguridad; pero a cambio el propio aeropuerto queda más desprotegido: nadie revisó mi equipaje de mano cuando pasé el control de pasaportes, que sólo pueden atravesar los pasajeros con carta de embarque. También he visto aquí algo que no había visto antes en ningún otro aeropuerto: un sex shop en el duty free, discretamente instalado en una de sus esquinas. La venta de revistas pornográficas era llamativa en las tres tiendas que venden libros y prensa (en realidad sólo una merece llamarse librería, las otras dos son pequeñas tiendas de recuerdos para turistas; una desilusión).

La vuelta fue con Austrian Arrows, y ya no fue tan placentera. La fuerte tormenta que cayó sobre Barcelona a eso de las 9 de la noche nos obligó a dar vueltas en el cielo sobre el aeropuerto antes de que se diera permiso al avión para aterrizar.

En cuanto a Viena, me ha encantado. Ya sólo queda ver como planear un regreso para hacer todo aquello a lo que no ha dado tiempo en estos 4 días. No obstante, no me parece que Viena se vaya a convertir en una de esas ciudades que yo siento como propias, como lugares de viaje continuo a los que se dice hasta pronto y nunca adiós, como Roma, París, Londres y Bruselas. No estoy seguro, es algo que tengo que pensar más, cuando haya pasado más tiempo desde el regreso. En cualquier caso, es una ciudad para aprender muchísimo.

En cuanto a las fotos, me parece que hay unas cuantas que se pueden aprovechar con confianza. De todos modos, han sido más bien fotos de documentación que artísticas.

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