Ha muerto Naguib Mahfuz
Ayer supe por los titulares de La Vanguardia que había fallecido el escritor egipcio Naguib Mahfuz. Él era mi escritor vivo preferido, junto a José Saramago y García Márquez. Es muy difícil para mí no pensar en Amina o el señor Abd el-Gawwad (una figura literaria inolvidable) cuando pienso en los ciudadanos egipcios.
Hoy leo en la prensa comentarios acerca de él. Además de valorarle como gran novelista, Sami Naïr le pone como ejemplo de musulmán creyente cuya fe no era un obstáculo para aceptar la modernidad. No obstante, cuando lees alguna de sus obras, como por ejemplo “Hijos de nuestro barrio” (que continua prohibida en Egipto) llegas a conclusiones diferentes acerca de su fe. Poco importa. Condenado a muerte por algún líder terrorista, víctima de un atentado el año 1994, capaz de defender a Salman Rushdie cuando Jomeini lanzó una fatua contra él por haber escrito “Versículos satánicos”, Mahfuz personifica de alguna manera los problemas del mundo islámico. Hoy en día, para un parte de su población no es un intelectual del que puedan sentirse orgulloso, sino un blasfemo. El islamismo produce “grandes figuras” como Bin Laden, pero condena a muerte a aquellos dotados de verdadero talento. En el mundo islámico hace tiempo que no aparecen grandes científicos, ni grandes artistas universales, y los pocos que surgen tienen un destino “complicado”. Posiblemente nada muestra con más claridad el problema al que se enfrentan, y nosotros, de pasada, también. Pero es mejor que no critiquemos tanto, sin estar siquiera realmente seguros de que estamos en lo cierto, e incluso si lo estamos. Hoy he leído que esa era la opinión del propio Magfuz: "Todos los pueblos descubren alguna vez que son peores de lo que creen". Y esto vale especialmente para Occidente.
Yo le descubrí en 1992, cuando leí, sin saber todavía quien era Naguib Mahfuz, “Hijos de nuestro barrio”, gracias a un regalo que le hicieron a mi hermana. Pero en realidad el regalo me lo hicieron a mí (en sentido literal, porque todavía ese libro lo tengo yo). Inmediatamente se convirtió en uno de mis autores favoritos, y se encaramó más alto todavía en mi admiración cuando leí la Trilogía del Cairo (especialmente “Entre dos palacios”) y sobre todo “El callejón de los milagros”. Otras de sus obras no me han causado tanta impresión, pero éstas serán imborrables.
Figuras como Magfuz nos ayudan a recordar que aunque la ciudad es sólo una, el barrio en el que finalmente habitamos lo elegimos nosotros mismo, de acuerdo con nuestras propias elecciones, sean cuales sean estas. En nuestro barrio espiritual podemos estar más cerca de personas de otras culturas y países, como por ejemplo él, que de otras que tenemos exactamente a nuestro lado. Los hijos de nuestro barrio son aquellos que nosotros queremos que vivan junto a nosotros, muy dentro, en algo que tal vez pueda parecerse al alma.
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