Yo acuso


El libro de Ayaan Hirsi Ali es una recopilación de textos diferentes, desde entrevistas a tesis de ensayo y consejos, pasando por el guión de la famosa película Submission Part I, pero unidos por una temática y un objetivo común: la denuncia del Islam como ideología represiva y contraria a la libertad de pensamiento y la modernidad, además de particularmente opresiva para las mujeres.

La escritora culpa al Islam en sí mismo de ser el causante de la situación de subdesarrollo y falta de libertad en los países donde está fuertemente implantado, y de justificar la opresión de muchas mujeres musulmanas, o para ser más claro, considera que de su texto y de su aplicación consecuente se deriva la situación en que se encuentran muchas de ellas actualmente. Por tanto su opinión no es la de que unos cuantos extremistas o una aplicación equivocada del Corán hayan causado o estén causando la situación que conocemos, sino que, tal como afirman los sectores fundamentalistas, el trato que se da a la mujer, así como muchas de las prohibiciones y prácticas que impiden el progreso tecnológico, la curiosidad científica e intelectual, la modernidad, la implantación de efectivos gobiernos democráticos, la libertad de expresión y la libertad sexual, tienen su base directa en una aplicación exacta de los preceptos recogidos en el Corán y que regulan minuciosamente la vida del creyente islámico en los aspectos más importantes de su vida.

Piensa la autora que no puede alcanzarse ninguno de estos objetivos sin una crítica racional al texto coránico, de la cual se derive un auténtico proceso de secularización como el desarrollado en Occidente en los últimos siglos. En tanto esta crítica no sea posible y no se produzcan amplios cambios en las sociedades musulmanas será imposible, en su opinión, alcanzar la modernidad y el desarrollo.

He encontrado en el libro bastantes cosas interesantes, aunque para mí la más destacada es el ensayo titulado “Normas incompatibles. Sobre la integración en la modernidad” (p. 44 y ss). Aunque es ahora cuando estoy escribiendo sobre el, fue en la primavera de este año cuando lo leí, si no recuerdo mal. Desde entonces hasta hoy, varios acontecimientos han dado, al parecer, la vuelta a la vida de esta mujer que vive con permanente escolta policial a causa de las amenazas a su vida que recibe por sus críticas al Islam.

Básicamente, Holanda ha vivido una gran tormenta política tras conocerse que Ayaan, de origen somalí y que llegó a los Paises Bajos en 1992 en demanda de asilo político, mintió acerca de su identidad y de su verdadera situación personal para obtener el permiso de residencia. Siguiendo adelante con el engaño obtuvo posteriormente la ciudadanía holandesa. Su enfrentamiento con la ministra de Emigración, que amenazó con retirarle la nacionalidad cuando se divulgó la noticia en los principales medios de comunicación, provocó su salida del Parlamento holandés en el que era diputada desde 2003 (por el mismo partido que la ministra, irónicamente) y la llevó a anunciar su partida de Holanda. Tras especularse con diferentes posibles destinos (entre ellos España), Hirsi Ali anunció su intención de trasladarse a Estados Unidos.

Sin embargo, los acontecimientos giraron en su favor, y la ministra de Emigración hubo de rectificar, permitiendo que Ayaan conservara su nacionalidad holandesa. No obstante, no está claro que permanezca en Holanda más allá del próximo septiembre. Hace pocos meses sus vecinos ganaron una batalla judicial en su contra, por considerar que la cercanía de Hirsi Ali (amenzada de muerte y necesitada de escolta policial las 24 horas del día) representaba un verdadero peligro para ellos y para sus familias, a la vez que un serio problema para la conservación de su intimidad dado el continuo interés de los medios de comunicación por esta figura política. Tras ello, y tras lamentar la interesada la falta de apoyo y solidaridad de sus conciudadanos (lo comparó con la falta de auténtico apoyo a los judíos en Holanda durante la persecución nazi), pocas opciones le quedaban salvo la de trasladarse forzosamente a vivir a un cuartel donde se le pudiera seguir protegiendo.

Falta por ver como seguirá evolucionando su historia.

Siempre ha sido polémica y muy clara en sus críticas al Islam como tal. Durante la polémica provocada por las caricaturas de Mahoma en diversos medios de comunicación europeos y de todo el mundo, dijo en el transcurso de una conferencia en Berlin (9 de febrero de 2006, reproducida en su totalidad por el diario El País en su edición del 10 de febrero):

“¿Por qué yo? Yo soy una disidente, como aquellos habitantes de la parte oriental de esta ciudad que huían a Occidente. Yo también he huido a Occidente. Nací en Somalia y crecí en Arabia Saudí y Kenia. Seguí con fidelidad las normas dictadas por el profeta Mahoma. Como los miles de personas que se han manifestado contra los dibujos daneses, pensaba que Mahoma era perfecto, la única fuente del bien, el único criterio para distinguir entre el bien y el mal. En 1989, cuando Jomeini ordenó que mataran a Salman Rushdie, pensé que tenía razón. Ahora no.

Creo que el profeta se equivocó al situarse a sí mismo y sus ideas por encima de las críticas.

Creo que el profeta Mahoma se equivocó al dictar que las mujeres estuvieran subordinadas a los hombres.

Creo que el profeta Mahoma se equivocó al decretar que se asesinara a los homosexuales.

Creo que el profeta Mahoma se equivocó al decir que había que matar a los apóstatas.

Se equivocó al decir que a las adúlteras había que azotarlas y lapidarlas y a los ladrones había que cortarles las manos.

Se equivocó al decir que quienes mueren en nombre de Alá serán recompensados con el paraíso.

Se equivocó al afirmar que sólo se podía construir una sociedad justa basándose en sus ideas.

El profeta Mahoma hizo y dijo cosas buenas. Animó a ser caritativos con los demás. Pero pienso que también fue irrespetuoso e insensible hacia quienes no estaban de acuerdo con él. En mi opinión, está bien hacer dibujos y películas que critiquen a Mahoma, y es necesario escribir libros sobre él, para educar a los ciudadanos.

No deseo ofender ningún sentimiento religioso, pero no estoy dispuesta a someterme a la tiranía. Exigir que unas personas que no aceptan las enseñanzas de Mahoma se abstengan de hacer dibujos de él no es reclamar respeto, sino sumisión.”




En su libro es elocuente y clara, y no obstante, a pesar de que, por lo menos en mi opinión, resulta convincente, también debo decir que, en ocasiones, parece aletear cierta impresión de interés personal. Sin duda, su posición política le ha causado innumerables problemas y la ha obligado a vivir con el miedo a ser asesinada por sus opiniones, pero al mismo tiempo se constata que la ha situado gradualmente en posiciones cada vez más elevadas, en parte precisamente por la admiración y solidaridad que despierta por su valor ante las amenazas a su vida. Si finalmente abandona Holanda el mes próximo parece ser que su destino será un previsiblemente muy bien remunerado empleo en un think tank conservador en Estados Unidos. Dice Vargas Llosa (en un artículo sobre ella recogido en el blog de Hirsi Ali) que inmediatamente comenzaron las acusaciones de “haberse vendido al imperialismo”, y tiene razón, pero, por algún motivo, se echa de menos una actitud más conciliadora en otros temas en los que podría hacerlo como lo hacemos incluso aquellos que somos totalmente ajenos a la cultura islámica. Resulta llamativo que, en una entrevista concedida a un diario israelí, no fuera más crítica con la política de aquel país, al tiempo que recalca la corrupción en el lado palestino. Parece más preocupada en complacer a aquellos en cuyas áreas ideológicas se mueve que en denunciar aquello que ve, tanto si crea una polémica como si no. No obstante, la entrevista había sido concedida al The Jerusalem Post e ignoro qué fue lo que dijo Hirsi Ali realmente: el diario sin duda publicó aquella parte de sus declaraciones que le convenía (si bien ella lo reprodujo tal cual en su blog, señal obvia de aprobación).

Esto me lleva a pensar que, aunque el libro y algunos de sus artículos me han parecido interesantes y convincentes, realmente no puedo decir que tenga una opinión formada sobre la propia autora. Necesito más información para lograr un juicio más realista. No tiene en el fondo ninguna importancia, pero me viene a la mente continuamente, cuando pienso en ella, este fragmento de su libro: “Ella no quería decir su nombre. Tenía 17 años, pero era muy astuta. Cuando le prometí que no contaría nada, me respondió: ”Más te vale no hacerlo”.”

Son muchas las cosas que he leído en este libro que quedarán en mi memoria. Algunas de las que más han llamado mi atención son estas:


Mi crítica a la fe y a la cultura islámicas se percibe como “dura”, “ofensiva” e ”hiriente”. Pero la posición de los mencionados relativistas culturales es de hecho, más dura, más ofensiva y más hiriente si cabe. Se sienten superiores, y en un proceso de diálogo tratan a los musulmanes no como sus iguales sino como “el otro” que debe ser respetado. Y piensan que debe evitarse la crítica al islam, porque temen que los musulmanes se ofendan y recurran a la violencia. En tanto verdaderos liberales, nos abandonan a los musulmanes que hemos atendido la llamada de nuestro espíritu cívico, a nuestra suerte.

He corrido un riesgo enorme al prestar oído al ruego de reflexión y participación en el debate abierto que se generó en Occidente tras los atentados del 11 de septiembre ¿Y qué dicen los relativistas culturales? Que debería haberlo hecho de otra manera. Pero después de la muerte de Theo van Gogh estoy más convencida que nunca de que debo hablar y ejercer la crítica a mi manera. (p. 11-12)

Ahora aun hay demasiado revuelo mediático: una mujer negra que critica el islam. En un momento determinado los medios estarán saturados y será entonces cuando haya espacio para tratar el tema en concreto: el hecho de que la fallida integración se debe, en gran medida, a la cultura y religión islámicas, basadas en la misoginia. (p. 14)

Optar por el VVD (el partido liberal holandés) no procede de una conciencia social disminuida. Pero he comprendido que la justicia social empieza en un individuo libre y digno. (...) ¿Y cuál es la actitud del PvdA (el partido socialdemócrata holandés)? Tratar a los extranjeros como grupo. ¿Y por qué? Porque ha perdido todo contacto con la realidad. (...) Intente usted convencer al PvdA de que hay que liberar a las mujeres de su posición de sometimiento. No lo conseguirá. El partido se obstina, con la mejor intención, en mantener a las mujeres musulmanas en su posición porque piensa que eso es bueno para su identidad. “Las mujeres -añade- son felices en su propia cultura”. Y a los niños tampoco se les presta atención, hasta que se convierten en “esos desgraciados marroquíes”. Y se arma la de Troya. (p. 14-15)

En la revista HP/De Tijd Rob Oudkerk explicaba un caso en que él, como médico, había recibido la visita de una mujer musulmana que le dijo: “Es voluntad de Dios que mi marido esté tan enfermo”. El pensamiento de que tu vida está en manos de Dios tal vez pueda consolar a quien esté en el lecho de muerte, pero también hace que llegues antes a ese estado de postración. A Rob Oudklerk le parecía “un bello testimonio”. Él no cree en nada, ni siquiera en Dios; sin embargo, encuentra simpáticas todas esas chorradas. Pero lo que en el fondo dice es: tienen derecho a su propio atraso. (p.15-16)

Para cumplir su función de futura fábrica de niños, las chicas (musulmanas) aprenden desde muy jóvenes a resignarse conforme a los dictados de Dios, el padre, el hermano, la familia, el clan. Cuanto mejor se adapta una mujer, más virtuosa será considerada. Siempre debe ser paciente, aun cuando su marido le exija las cosas más atroces: serás recompensada por ello en la otra vida. Pero tal premio significa poco. Para las mujeres en el paraíso hay dátiles y uvas. Nada más. (p. 22)

Quien ama a Alá y sigue a su Profeta nunca estará dispuesto a importunar a otros, creyentes o no, o a dejarlos morir o a implicarse en actos terroristas. Pero si realmente todo esos es así, entonces ¿cómo podemos explicar los hechos? ¿Qué debo pensar como musulmana si leo que

- los musulmanes fueron los responsables de once o tal vez doce de los dieciséis grandes actos terroristas que se cometieron entre 1983 y 2000;

- cinco de los siete Estados que apoyan a los terroristas y que como al aparecen en la lista del Departamento de Estado estadounidense son países musulmanes, y que la mayoría de organizaciones extranjeras de dicha lista son también organizaciones musulmanas;

- según el International Institute of Strategic Studies en dos tercios de los treinta y dos conflictos armados en el año 2000 hay implicados musulmanes, mientras que sólo un quinta parte de la población mundial es musulmana?

Si no pasa nada en el Islam, ¿por qué son tantos los musulmanes refugiados? De los diez primeros países que más asilo solicitan en Holanda, nueve son países bajo un régimen islámico. ¿Por qué venimos a Occidente si al mismo tiempo lo condenamos? ¿Qué tiene Occidente que no tengamos nosotros?¿Por qué es tan nefasta la posición de la mujer en los países musulmanes? Si los musulmanes fuéramos tan tolerantes y pacíficos, ¿por qué hay en los países musulmanes tanta división étnica, religiosa, política y cultural, y tanta violencia? ¿Por qué no podemos o no queremos ver que nos precipitamos solos hacia una situación catastrófica? ¿Por qué los musulmanes estamos llenos de sentimientos de cólera y malestar, y por qué albergamos en nosotros mismos tanta hostilidad y odio mutuo hacia los otros? ¿Por qué fracasamos al mirar hacia nosotros mismos? (p. 37-38)

El individuo está, pues, totalmente condicionado por el colectivo, y desde la infancia los niños crecen socialmente en la cultura de la vergüenza, en que los conceptos de honor e infamia ocupan el eje central. Valores como la libertad y la responsabilidad individual no desempeñan ningún papel en ese sistema de pensamiento. La primera virtud que el niño varón aprende es la obediencia a los miembros adultos de su familia, amén de atacar, pues el comportamiento agresivo es funcional en esta cultura para evitar la humillación por parte de terceros. (p. 53)

La nueva fe incitaba a la tribu de Mahoma a una permanente lucha contra las tribus vecinas. Además, Mahoma predicaba la piedad. No esclavizaron a las tribus vencidas cuando se convirtieron y sí lucharon en cambio contra tribus vecinas de infieles . De este modo la religión musulmana adquiere un carácter expansivo; en esta fe se concede un gran valor a la conquista y conversión de los infieles. (p. 54)

(Según Lewis -“The Clash between Islam and Modernity and the Middle East”) Los pueblos que alguna vez pertenecieron a la civilización islámica no han logrado entrar en un proceso de modernización drástico, doloroso, pero al mismo tiempo liberador, algo que sí han logrado sus vecinos y rivales, el Occidente cristiano. El autor advierte de una espiral descendente de resentimiento, rabia y autocompasión, así como de pobreza y opresión. (...) Lo que Lewis pide a los islamistas es que se desprendan de sus valores más preciados aquellos que diariamente imprimen a sus hijos. Eso significaría despedirse del sistema basado en el honor y los vínculos de grupo, y oponerse a la estructura patriarcal familiar. Pero precisamente ésos son, según Pryce Jones, los rasgos más notables de la tribu, aquellos que la convierten en un círculo cerrado. Tan obvios son estos valores y esta identidad tribal que los que los poseen se obstinan en no querer ver los efectos catastróficos a largo plazo. En ese dar por sentado las cosas reside en gran medida la cada vez más repetida legitimación de todo tipo de ideas premodernas gracias al Corán. Ideas y costumbres de la sociedad tribal de Mahoma quedan sin significado fuera de su contexto histórico, trasladadas a un presente de comunidad urbana e industrial. (p. 58)

Lewis, pero también otros críticos como Pryce Jones, refieren como causa principal del declive la incapacidad por parte de los islámicos de fundar instituciones democráticas que garanticen la libertad de los individuos, de adoptar el conocimiento científico y la fe religiosa en su justa medida (la investigación científica queda interrumpida allá donde supone una amenaza para el dogma religioso) y de rectificar las consecuencias sociales y psicológicas que se derivan del sometimiento de las mujeres. No aseguran que el lamentable estado de las cosas sea, en buena parte del mundo islámico, consecuencia del islam como religión, pero sí se desprende de su análisis que la práctica religiosa dominante en el mundo musulmán (entre ortodoxos y fundamentalistas) significa un serio obstáculo para el desarrollo social y la emancipación. (p. 59)

En muchos sentidos, la cultura árabe -que, a través del islam también se extendió a sociedades no árabes- va muy por detrás de Occidente. Hay visos de mejora, pero no exento de dificultades. Los informes Arab Human Development de Naciones Unidas, redactados por científicos árabes, dan un paso en la dirección correcta. Publicados en 2002 y 2003, sus autores pusieron el dedo en la llaga, pues llegaron a la conclusión de que en el mundo árabe existía una grave carencia de libertad (individual), conocimiento y derechos de las mujeres. La riqueza aún presente está basada exclusivamente en el petróleo que las empresas occidentales extraen del subsuelo, el crecimiento económico es el más bajo del mundo (con la excepción de Sudáfrica) y el analfabetismo está extendido y es persistente. En el mundo árabe apenas se traducen y publican 300 libros extranjeros por año (sólo en Holanda se editan anualmente 5.000). También la situación de los derechos humanos deja mucho que desear. Las autoridades árabes comenten actos de violencia contra su propio pueblo y los diferentes grupos cometen actos de violencia entre ellos. Se somete a los ciudadanos y, en mi opinión, la situación de las mujeres no es en ninguna parte tan mala como en el mundo islámico. En los informes de la Organización de las Naciones Unidas se constata que las mujeres están prácticamente marginadas de la vida pública y política, y que la legislación respecto al matrimonio, divorcio, derecho de herencia y adulterio sigue perjudicando a la mujer de manera extrema.

La situación en el mundo islámico se refleja a pequeña escala en la posición de los inmigrantes musulmanes dentro de Europa occidental (también en Holanda). Los musulmanes que emigraron a Europa occidental han traído sus propias convicciones. Es llamativo que los hombres musulmanes occidnetales están sobrerrepresentados en las prisiones y las mujeres musulmanas en centros de acogida para mujeres maltratadas y de asistencia a las víctimas. Una gran parte del colectivo musulmán tiene graves deficiencias en educación y problemas en el mercado laboral, en el sentido de que hace poco o mal uso de las disposiciones educativas que ofrece Occidente y de las oportunidades en el mercado laboral. En definitiva, no aprovecha suficientemente las libertades en Europa, que tan escasas son en sus países de origen. Entonces, ¿qué es lo que apoya el progreso de los musulmanes? ¿Por qué no pueden cerrar ese abismo con Occidente y por qué no pueden limitarse simplemente a participar en la sociedad occidental? (p. 95-96)

La jaula de las vírgenes no sólo tiene consecuencias para las mujeres, sino también para los propios hombres y los niños. La jaula de la virginidad es realmente una doble jaula: en la jaula interna están encerradas las mujeres y las niñas, pero alrededor de esa jaula femenina hay una aún mayor en la que está encerrada toda la cultura islámica. El enjaulamiento de las mujeres para vigilar su virginidad no sólo comporta frustración y violencia a los individuos implicados, sino también un atraso socioeconómico para toda la sociedad. Tiene una influencia nefasta sobre los hijos educados por sus madres, sobre todo para los pequeños varones.

Al marginar a las mujeres de la educación en el mundo islámico se las mantiene idiotizadas. No hay que olvidar que esas mujeres no sólo paren niños, sino que además se ocupan de su educación. Así, su limitado conocimiento se transferirá a éstos y, por extensión, también a los hombres, lo que origina un círculo vicioso de ignorancia, de generación en generación. (p. 106-107)

Del informe Arab Human Development parece desprenderse que el alza sistemática de conocimiento no es el valor más desarrollado en los países árabo-islámicos. Según el Corán los creyentes deben esforzarse continuamente por el conocimiento, pero también dice que Alá todo lo sabe y que la fuente de conocimiento es el propio Corán. Cumplir las dos exigencias simultáneamente es imposible. Así, para los niños musulmanes, la historia o la biología pueden resultarles confusas. Después de todo, la historia empieza incluso antes del propio Corán, y la teoría de la evolución contradice la historia de la creación recogida en el Corán. Para enfrentarse a la contradicción que puede suscitar ese contrasentido, la mayoría de exégetas dice a los musulmanes que el Corán, cuando alude a la “búsqueda de conocimiento”, se refiere a la necesidad de seguir leyendo el sagrado texto hasta que de manera espontánea -a través de sucesivas lecturas- se abran las puertas del conocimiento. (p. 108)

La única esperanza verdadera para los musulmanes reside en que practiquen la autocrítica y que pongan a prueba los valores morales recogidos en el Corán. Así podrán romper la jaula en la que están encerradas sus mujeres, y por añadidura, ellos mismos. Los quince millones de musulmanes que viven en el mundo occidental gozan de condiciones favorables para que esa esperanza se haga realidad.

En primer lugar, porque en los países occidentales hay derechos civiles y libertades, y no menos importante es la libertad de opinión. Un musulmán que mira al trasluz los fundamentos de su fe no debe temer al castigo de ser encarcelado o, como ocurre en los países árabo-islámicos, ser condenado a muerte por el propio Estado. (...) Algunos escritores y pensadores con antecedentes islámicos hacen uso de ese espacio que les brinda Occidente. Ejemplos de ello en Holanda son el novelista Hafid Bouazza y el filósofo Afshin Ellian. Quizás algún día su obra se traduzca al árabe y al persa, pero por ahora su difusión está prohibida en la mayoría de los países islámicos. Quien ha puesto más consistentemente el dedo en la llaga es el filósofo de origen paquistaní Ibn-Warraq, autor de ¿Por qué no soy musulmán?. El hecho de que un hombre valerosos escriba bajo pseudónimo demuestra que incluso en Occidente no se siente seguro.

En segundo lugar, los musulmanes que viven en Occidente tiene un acceso más fácil a la información. Pueden recabar conocimiento en bibliotecas, universidades, también a través de otras personas, gracias a las cuales es posible que los musulmanes arrojen una mirada crítica sobre su propia religión. Además, en Occidente existe una larga tradición de crítica hacia las religiones.

Y la última razón por la que los musulmanes se vuelven más críticos en el mundo occidental es que algunos estados occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, lideran una guerra contra el terrorismo islámico. Paradójicamente, los atentados del 11 de septiembre han supuesto una enorme fascinación, no pretendida, hacia el islam. Esa fascinación -que en parte deriva del instinto de conservación occidental- otorga a los musulmanes que viven en el Occidente la oportunidad de liberarse de su jaula.

A pesar de las circunstancias desfavorables (sic), lamentablemente los musulmanes occidentales están más influidos por el pensamiento islámico conservador que por las ideas de los pensadores liberales como la socióloga Fatima Mernissi. (p.110-11)

En Occidente se pueden distinguir tres clases de musulmanes. En primer lugar, una minoría silenciosa que quizá ya no vive según los preceptos del islam y que comprende que el futuro está en el individuo. En silencio, estas personas toman distancia del islam. Trabajan y, si pueden permitírselo, fijan su residencia en barrios mejores, envían sus hijos a la universidad y no intervienen en el intenso debate que tiene lugar en Occidente sobre el islam.

Un segundo grupo se siente vejado por las críticas vertidas desde el exterior hacia su religión. A lo largo de generaciones, esos musulmanes han aprendido que la culpa de sus problemas hay que hallarla lejos de ellos, del Corán y del profeta Mahoma.

Por último, tenemos a los musulmanes progresistas, un grupo integrado por individuos que dicen: “Ahondemos en nosotros mismos e intentemos ver lo que está mal”. Ellos sí podrán romper la jaula poco a poco y de esa manera procurar que cada ver más personas pudieran huir de ella. Pero mi esperanza y mi sueño de que todo esto se dé en Occidente se frustra debido a las vehementes reacciones negativas de ciertos occidentales seculares. Los únicos musulmanes ilustrados se ven obstaculizados por relativistas culturales occidentales que con sus supuestas proclamas antirracistas dicen: “Si te muestras crítico hacia el islam, ofendes a esa gente, y en consecuencia eres un racista, un islamófobo o un fundamentalista de la Ilustración”. Y aun añaden: “Forma parte de su cultura y no se la puedes arrebatar”. Y así se va manteniendo la jaula por más tiempo. Existe un pacto con el diablo entre los occidentales que viven de la defensa de los intereses, la asistencia social y la ayuda al desarrollo y los musulmanes que tienen interés en conservar la jaula. Un interés egoísta a corto plazo.

Hace cinco años yo pertenecía todavía a la segunda categoría (...). Ahora pienso de manera distinta. Ahora veo la importancia de la educación, porque en ella no sólo empieza la vida, sino que a partir de ella, en el mundo islámico, se erige la jaula. (p. 112-113)

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