Cleopatra




Suele decirse que la realidad supera en muchas ocasiones a la ficción, y es cierto. La entrada triunfal de Cleopatra en Roma no ocurrió jamás, pero esta escena está parcialmente basada en un acontecimiento real mucho más esplendoroso. Manfred Clauss, profesor de Historia Antigua en la Universidad Goethe de Frankfurt, relata en su libro “Cleopatra” -un conciso pero seguro estado de la cuestión- la gran ceremonia que tuvo lugar con motivo de las llamadas “Donaciones de Alejandría”, por las que Marco Antonio, tras regresar triunfante de su campaña contra Armenia, proclamó a Cleopatra Reina de Reyes, además de cederle importantes territorios. Fue su culminación, a la que sucedió poco después la caída. Todo ocurrió no en Roma sino en Alejandría, por aquella época la ciudad más grande y bella del Mediterráneo, una ciudad más griega que egipcia, que se enorgullecía de su famosísima Biblioteca (a la que con seguridad dedicaré una entrada en este blog algún día), de su Faro (considerado por aquellos días una de las famosas 7 maravillas del mundo), de sus grandes avenidas, en verdad gigantescas, y de sus palacios, calles y grandes templos y edificios públicos. Bien pensado, a la propia ciudad de Alejandría habría que dedicarle una entrada en el blog por si misma.

El profesor Clauss lo relata así:

“Antonio y Cleopatra estaban sentados en tronos dorados sobre un podio de plata. Como diosa Isis, Cleopatra llevaba una túnica egipcia, Antonio aparecía vestido con armadura de oro y toga púrpura, como imperator romano. También los cuatro hijos de la reina estaban sentados en sus tronos, situados en un plano algo inferior al de ambos adultos. El que estaba más próximo a la pareja era Ptolomeo XV Cesarión, corregente oficial de su madre, y a continuación se hallaban los hijos de Antonio: Alejandro Helios, con la túnica talar y tiara (gorro alto persa) de un rey medo; Ptolomeo Filadelfo, vestido de rey macedonio, con el sombrero de fieltro de ala ancha, capa y botas, y en último lugar Cleopatra Selene. Estaban presentes todos los dignatarios con sus cortejos y sus respectivos trajes regionales. Y fue así como se desarrolló la ceremonia:

Un heraldo anunció que de aquí en adelante Cleopatra llevaría el título de “Reina de Reyes” y Cesarión, cuya legítima descendencia de César fue nuevamente aclarada, el título de “rey de reyes”. Alejandro Helios, de seis años, fue proclamado como “todopoderoso rey” de Armenia, Media y de todas las tierras al otro lado del Éufrates (con ello se aludía a todos los territorios que habían estado bajo el dominio de Alejandro desde aquí hasta la India, pero que, por cierto, aún debían ser arrebatados a los partos). Ptolomeo Filadelfo, de dos años de edad, fue designado rey de Siria y Asia Menor, y Cleopatra Selene, que como su hermano mellizo contaba seis años, reina de Cirene.

Antonio hizo acuñar denarios con caracteres latinos que también se pusieron en circulación en Occidente. Portaban la inscripción “Antoni Armeni devicta”, es decir, a Antonio después de la victoria sobre Armenia; en la otra cara podía leerse “Cleopatra regina rege filiorum regum”, esto es, dedicada a Cleopatra, reina de reyes, señora de todos los reyes mortales; pero también aquí en la Tierra era reina y señora de sus propios hijos, que también eran reyes. Era la primera vez que aparecía el retrato de una extranjera, con nombre y título, en monedas romanas acuñadas legalmente. (...)

Desde aquel día, Cleopatra se dedicó a fortalecer aún más su papel divino. Además del apelativo “diosa que ama a su padre” que había introducido, según la tradición de la dinastía ptolemaica, desde el comienzo de su reinado, adoptó ahora el sobrenombre de “nueva Isis”, tal como hiciera ya Cleopatra III. Además ostentaba, cada vez con mayor frecuencia el título de “diosa más joven” que venía a significar lo mismo: la diosa que vuelve a la Tierra con la apariencia de una nueva mujer, y en todos los actos oficiales comenzó a aparecer ataviada como Isis. (...)

Y de hecho era como si Isis/Cleopatra fuese realmente la dueña del destino. Por aquella época estaba viendo al alcance de su mano el objeto de sus sueños, la creación de un gran imperio egipcio en el Mediterráneo oriental. Es posible que su recuerdo se perdiese entonces en la Historia, en el recuerdo de los mejores tiempos de los Ptolomeos, de Filadelfo o Evergetes. Antonio había puesto las bases de un imperio bajo el mando de la “reina de reyes”, y aunque todavía era relativamente pequeño, bajo el dominio de su hijo y sucesor, en cierto modo también descendiente de Alejandro, podía llegar a adquirir las dimensiones del gigantesco imperio que este tuvo.”
(p. 80-85)

El libro del profesor Clauss aporta otras muchas informaciones que habitualmente no aparecen en historias poco fundamentadas de la reina o en los extractos al uso disponibles en enciclopedias. Entre otras cosas, especula con que la primera entrada de Cleopatra en Roma podría haberse producido mucho antes de la que refleja la película y de una forma muchísimo menos glamurosa. Al parecer, una joven princesa acompañó al rey Ptolomeo XII Auletes (el padre de Cleopatra) el año 58 a. de JC cuando se refugió en Roma, después de que su hija la princesa Berenice le destronara y se hiciera con el poder. Cuando Ptolomeo regresaba a su país, restaurado en el trono por los romanos tras el pago de grandes sumas de dinero, se detuvo en Atenas, y fuentes griegas mencionan una “onceañera princesa nubia” que por la edad podría ser Cleopatra, quien fue llamada posteriormente “Filopator” (la que ama a su padre). Es decir, ya habría conocido a César cuando era niña, y no tiempo después, saliendo esplendorosa de una alfombra enrollada, como cuenta la leyenda y se ve en la película. Las tropas romanas al mando de Gabinio restauraron a Ptolomeo XII en el trono de Egipto (Berenice fue ejecutada) y en esa campaña militar destacó un joven militar de 27 años llamado Marco Antonio, a quien se debió el ataque sorpresa que fue decisivo en la victoria. Es probable, por lo tanto, que Cleopatra y Marco Antonio se hubieran conocido mucho tiempo antes de lo que se acostumbra a pensar. Apiano, en sus “Guerras civiles” (5, 8) llega a afirmar que Marco Antonio quedó impresionado por la belleza de ella. En la segunda parte de la película se alude a ello.

En este libro acerca de lo que se sabe de Cleopatra se dan otros datos sorprendentes y de gran interés, como aquellos que se refieren a su madre y a su educación. Mientras que no hay discusión alguna en lo que se refiere a su inteligencia, parece claro que se ha exagerado sobre el nivel de sus estudios y conocimientos (en la Antigüedad, y posteriormente, llegaron a atribuirle incluso obras de ingeniería). No obstante, Plutarco (bien informado, ya que algunos miembros de su familia habían conocido a la reina personalmente) subraya la inteligencia de su conversación, así como el hecho de que dominaba con soltura varias lenguas. Al parecer, fue la única de su estirpe que fue capaz de hablar la lengua de sus súbditos, el egipcio, y no solamente el griego, que era su lengua materna.

Sobre su madre no se sabe nada, cosa extraña en un personaje de la importancia de Cleopatra, pero el profesor Clauss menciona indicios de que pudiera haber sido egipcia. Dice:

“Aunque no se trate más que de conjeturas, pero con un cierto grado de fundamento, parece lícito suponer que el griego Ptolomeo XII se habría casado con una egipcia de los mejores círculos sociales, quizá de la familia del sumo sacerdote de Menfis, cuyos miembros gustaban de calificarse a sí mismos como “grandes de Egipto”.

De tal unión, perfectamente legítima, aunque desde la perspectiva de los griegos fuera contemplada como ilegítima, podría proceder Cleopatra. Un origen de este tipo aclararía bastante el hecho de que Cleopatra no solo hablase perfectamente el griego, la lengua de los Ptolomeos, sino también y con fluidez el egipcio, la lengua de su madre, al contrario que sus predecesores. Posiblemente se encuentran reminiscencias tardías de su origen egipcio en los oráculos sibilinos judíos, los cuales, refiriéndose al final de Cleopatra, no mencionan para nada la decadencia de Alejandría -que hubiera sido el punto de referencia para los griegos- sino la de Menfis, que era el modelo de lo egipcio (“Oracula Sybillina”, I, 16-18 = 12, 20-22).”
(p. 19)

Las preguntas sobre Cleopatra son infinitas, pero por desgracia las respuestas no. ¿Qué aspecto tenía?, ¿cuáles eran sus verdaderos objetivos políticos?, y sobre todo, ¿amaba realmente a Marco Antonio?. Nunca se sabrá, seguramente.

Comentarios

Martín L. ha dicho que…
En sus geniales libros sobre la caída de la República romana, Colleen McCullough identifica a la madre de Cleopatra con Cleopatra Trifena, hija del rey Mitrídates VI del Ponto, quien obligó a Tolomeo XII a casarse con ella. Me parece una hipótesis bastante plausible, aunque la de que la madre de Cleopatra era egipcia también sería útil para explicar el interés de la reina por el idioma y la cultura originaria de su país, por sobre la greco-alejandrina.
RIVER111 ha dicho que…
No sabía lo de Cleopatra Trifena. Pienso que bien pudiera haber sido así. Lo que me extraña es que si hubiera tenido ascendientes de sangre real también por parte materna, hubiera sido subrayado por todos sus biógrafos, empezando por Plutarco, cuya familia conocía bien a la familia real de los Tolomeo, y por lo tanto debería haber sabido esto con seguridad.
Aún no he leído los libros de Colleen McCullough sobre César y sus mujeres. Ahora, con mayor motivo, los pondré en mi lista de espera. :)

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