La mujer que se bajó del pedestal

Hay personas que parecen nacidas para brillar sobre un pedestal, especialmente dotadas por la naturaleza y el destino, llamadas a destacar y a captar con facilidad la admiración de los que las ven. No son muchas, ciertamente, pero son siempre llamativas. Pero existe una categoría aún más reducida de personas, un selecto grupo que se distingue de los demás y ante los que no sé ni quiero resistir: son aquellos que, aunque el destino los haya colocado sobre un pedestal, prefieren no permanecer ahí, sino que descienden para ayudar a los demás.

En mi mente, el prototipo de todas estas personas es Audrey Hepburn. Su hijo, en su libro “Audrey Hepburn, an elegant spirit” relata como acostumbraba a decirle a él y a su hermano que disponían de dos manos: una para ayudarse a sí mismos, y la otra para ayudar a los demás.

Yo pienso con frecuencia en ella, por varias razones, aunque la principal es sin duda mi obsesión con la idea de Moon River. Para mí, la belleza o la elegancia no son bastantes: si miramos bien sin duda podemos encontrar personas incluso más bellas que ella. Lo que provoca mi admiración es el hecho de que ella, una privilegiada en todos los sentidos, no permaneciera en su pedestal, sino que estuviera dispuesta a ocuparse con convicción y sinceridad del dolor de otros seres humanos. Trabajó para que este mundo fuera, en la medida de sus posibilidades, un poco mejor.

En noviembre de 1992, mientras una de las peores hambrunas en muchos años martirizaba a Somalia, viajó a aquel país en nombre de UNICEF, la organización de las Naciones Unidas para la infancia con la que cooperaba desinteresadamente desde hacía años. Las fotos de aquel viaje me siguen impresionando hoy: sin maquillaje, deteriorada, terriblemente afectada, utilizaba su imagen para llamar la atención del mundo acerca de la terrible tragedia del hambre. Ella no se encontraba bien, padecía de fuertes dolores abdominales, pero insistió en continuar con la misión que le habían encomendado. Cuando regresó declaró a la prensa que nunca se recuperaría de lo que había visto en Somalia. Y así fue.



Al concluir su viaje acudió por fin a recibir tratamiento médico, para descubrir, demasiado tarde, que padecía cáncer de colón. Apenas sobrevivió 3 meses.

Sus esfuerzos no fueron completamente inútiles. Antes de morir llegó a conocer la Operación “Restore Hope”, concebida por Naciones Unidas para hacer frente a aquella hambruna y poner fin a las disputas de los señores de la guerra somalíes que la habían causado. Dijo que moría agradecida por la participación de las tropas americanas en esta operación. Yo también me siento agradecido de que muriera sin llegar a ver su fracaso y las imágenes de los cadáveres de los soldados norteamericanos arrastrados por las calles de Mogadiscio.

Ella subió más alto en el pedestal al bajarse de el. Personajes como Bin Laden hablan continuamente de Dios, como si le conocieran perfectamente y fueran sus portavoces más autorizados. Yo no sé si existe Dios, pero si se diera el caso de que existe seguro que está rodeado de personas como Audrey Hepburn y no de asesinos expertos en retórica religiosa como Bin Laden. Personas como ella son las únicas que hablan elocuentemente de Él. En cualquier caso, es alguien a quien yo siempre llevaré en mi corazón. Creo que se lo ganó por saber bajarse del pedestal por amor a los demás.

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