Hatshepsut



Gracias a una pieza dental se ha logrado conocer la identidad de una momia anónima que dormía en el sótano del Museo de Antigüedades Egipcias de El Cairo desde 1903: nada menos que la gran reina Hatshepsut, uno de los personajes clave de la historia del antiguo Egipto. Tan grande y mítica que cuesta creer que después de tantos siglos estemos contemplando cara a cara (o cara a fotografía, mejor dicho) lo que queda de una auténtica faraona de leyenda. Estos descubrimientos e identificaciones (ya son varios), seguidos de noticias cada vez más precisas de lo que podríamos llamar el expediente médico de estos personajes, incluyendo las posibles causas de su muerte y las reconstrucciones aproximadas de su verdadera apariencia física, producen en ocasiones una sensación parecida al vértigo, una mezcla de asombro, incredulidad y desmitificación. Un vahído de la percepción.

Ha sido una vez más el Sr. Zahi Hawass, secretario general del Consejo Superior de Antigüedades del gobierno egipcio, el que ha anunciado al mundo el descubrimiento con la afectación y teatralidad que le caracteriza. Siento respeto por este señor, famoso entre otras cosas por sus reivindicaciones apasionadas de algunas de las más famosas piezas arqueológicas egipcias dispersas por museos de todo el mundo, pero al contemplar las fotografías que acompañan la noticia del descubrimiento en su página web (que incluye una sección de fans, tal como la tendría una estrella del mundo del espectáculo) uno no puede evitar cierto desdén ante su vanidad: le podemos ver descendiendo por un pozo cual valiente émulo de Indiana Jones, así como también jugando al equívoco mientras examina la momia de la reina a la luz de una linterna, como si se nos mostrara en vivo y en directo el momento mismo del descubrimiento (que obviamente es la idea subliminal que quiere que se nos cuele subrepticiamente en la mente, pues el verdadero descubridor fue Howard Carter en el ya lejano año 1903). Siguen fotos de la pieza dental de Hatshepsut y de las pruebas médicas realizadas durante la investigación, hasta culminar en la más vulgar y propagandística de toda la serie: aquella en la que, mirando muy de cerca el rostro del cadáver de la faraona, intenta trasmitirnos la idea de un diálogo y una gran familiaridad con la ilustre difunta y el mundo que representa, igual que en los relieves del Antiguo Egipto el tamaño de las figuras o su posición de proximidad a los faraones o los dioses revelaban el rango del representado. El Sr. Hawass parece hacerlo absolutamente todo, incluso lo que no hizo, y ahí están las fotos (nada espontáneas ni casuales) para que nos equivoquemos y lo creamos.



No dudo de que, en cierto tiempo, tendremos ante nuestros ojos el verdadero rostro de la faraona en vida, tal como la debieron de ver las gentes que vivieron junto a ella hace ya 3.400 años. Por de pronto, según las informaciones facilitadas por diversos medios de comunicación, podemos saber que, al parecer, falleció a causa de un cáncer de huesos (se había especulado, como en otros casos, con el asesinato), y también conocemos que la reina sufría de un problema de sobrepeso que obligó en el momento de la momificación a extraerle las vísceras a través de la base de la pelvis en lugar de por el abdomen. Iremos sabiendo más, y gracias a la información obtenida los expertos irán destejiendo, hasta donde sea posible, el ovillo de alguno de los muchos misterios de una civilización fascinante.

Por cierto, resulta curioso, pero esta faraona no deja de traerme al recuerdo el caso de la emperatriz china Wu Zetian, la única mujer que ha ocupado como soberana el trono del Imperio del Centro, si bien con abundante derramamiento de sangre y con una crueldad casi patológica, rasgo en el que no se parece en nada a la difunta Hatshepsut. Ocupa ya un lugar en mi biblioteca la reciente biografía de la emperatriz china escrita por el británico Jonathan Clements, que espera pacientemente su momento para ser leída.

No será el caso de Hatshepsut el último en la lista de la Arqueología-espectáculo. Aguardan su turno muchos otros candidatos y candidatas ilustres de la Antigüedad, sin contar las sorpresas inesperadas (que al fin y a la postre acabarán siendo las principales y más abundantes). Entre ellos ocupará un lugar destacado el primer emperador chino, Qin Shi Huang, cuya fantástica tumba, tal vez todavía intacta y de la que se cuenta que atesoraba maravillas míticas, puede ser tal vez el más grande descubrimiento arqueológico de la Historia con mucha diferencia. Sin contar con identificaciones y hallazgos de otros ilustres cadáveres como por ejemplo el de Alejandro Magno (hace tiempo que se intenta saber qué fue de su cuerpo, cuya pista se pierde en la Alejandría del siglo IV) o Nefertiti, entre otros. Veremos. Por mi parte, por el momento me conformo con tener la ocasión de ver el auténtico rostro de Hatshepsut.



Nota:

Las fotos de Hawass son de Brando Quilici (para Discovery Channel), y la reproducción de la estatua antigua de Hatshepsut de Terrae Antiquae.

Comentarios

Martín L. ha dicho que…
Es sorprendente la cantidad de hallazgos importantes que hay olvidados en los depósitos de los museos. En esos depósitos también se han encontrado, por ejemplo, huesos de especies desconocidas de dinosaurios o otros animales prehistóricos.
Espero que no te ofendas, pero te aconsejaría que deshabilites la moderación de comentarios. Disuade a muchos de dejar comentarios en las entradas. Después de todo, no creo que te escriban muchos comentarios insultantes. Y si utilizás la moderación para evitar los SPAM, lo que deberías hacer es poner la verificación de palabra. De todas maneras, como me escribió otro "bloguero", cada uno en su casa hace lo que quiere.
Saludos
RIVER111 ha dicho que…
Tienes razón. Ya he deshabilitado la moderación de comentarios. Gracias. :)

Entradas populares