Apóstatas razonables

Algunos libros de Fernando Savater son en realidad recopilaciones de textos diferentes yuxtapuestos al hilo de un algún denominador común. Ese es el caso de “Apóstatas razonables”, en el cual la etiqueta que actúa como título señala cuál es el punto en común que permite “empaquetar” aquí los textos que lo conforman:


"Todos los demás protagonistas del presente volumen, incluido ese diablo cuya más reciente advocación cinematográfica se comenta, apostataron de algún modo de las creencias en que se habían formado, fuera la fidelidad al rey, el freudianismo, el biologismo histórico o la teología medieval. Pero les llamó razonables porque todos ellos se plantearon esa apostasía como su problema teórico fundamental y consideraron imprescindible una fundamentación razonada de su discrepancia. Ninguno rehuyó la ortodoxia inadvertidamente o como algo decididamente natural, que ni siquiera vale la pena comentar." (p. 10)


Ésta es ya la tercera reedición de esta obra, publicada por primera vez en 1976 y ahora ampliada, y que en teoría se compone de biografías breves de personajes diversos, desde Aguirre el loco a Juliano el Apóstata, si bien varios de los textos son en realidad una reflexión sobre el pensamiento de los biografiados y no un repaso de los avatares de su existencia. Particularmente vibrante me ha parecido el primero de los dos que se dedican a Robert L. Stevenson y su obra. Rara vez se indica de que época es cada uno de ellos, pero la impresión que causan es la de que el estilo de Savater se ha ido volviendo con el tiempo más ágil, más rápido y más personal. Además, como buen discípulo de Voltaire, ha hecho plenamente suya la misma arma secreta que éste manejó con maestría:


A diferencia de la mayoría de sus enemigos y de quienes hoy propinan sesudas reprimendas a los “mediáticos”, Voltaire nunca supo ser indigesto. Su arma secreta, que utilizó permanentemente con sabia dosificación y temible contundencia, es el humor. La sonrisa irónica de Voltaire ha sido desde hace doscientos y pico años más eficaz en la demolición de sus adversarios que espadas y cañones.” (p. 135)


Sin duda, Savater sabe ser un buen volteriano (entre otras muchas cosas).


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