Hoy se ha cumplido un mes desde que mi madre me dejó. He pasado una mala noche. A las doce recordé que sobre esa misma hora, un mes antes, mi padre me llamó para decirme que algo había pasado ("tu madre ha hecho algo muy feo", me dijo) y no respondía a las llamadas. Sobre las tres recordé que a esa hora estábamos en el Clínico en el día de mi orfandad. Hacia las 5'45 recordé que sobre esa hora ya se lo había comunicado a mi hermana y venía en camino.

He soñado (sueño casi todas las noches, que yo recuerde) con mi madre. Soñé que estábamos en París, y que yo le ayudaba dificultosamente (como era siempre el caso cuando se desplazaba en los años finales) a entrar en unos grandes almacenes y coger un ascensor para subir a la planta superior, la de ropa de señoras. Llegábamos en su lugar a una terraza desde la que se podían contemplar unas bellas vistas panorámicas de París, que yo no acababa de identificar con seguridad (ahora que lo pienso, creo que era realmente un París transformado por mi fantasía). Había una cierta bruma que impedía ver con nitidez el panorama, pero era bello de todas las maneras. Ella y yo permanecíamos juntos, apoyados en una barandilla, mirando. Y al final yo la besaba en la mejilla, o ella a mí. No sé si eran sus labios o la punta de su nariz, pero estaba algo fría. Creo que había algo del recuerdo del último beso que le dí, en el tanatorio.

Por lo menos, aún caminamos juntos en sueños. Y viajamos a París, o a dónde sea. Detesto la religión, pero si hay un Paraíso ya no puede ser, como antes, un lugar lleno de libros: tiene que ser algún lugar donde pueda volver a caminar junto a mi madre, hablarle y besarle.

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